lunes, 20 de julio de 2015



como decía en el famoso tango de Carlos Gardel, veinte años no es nada ......que febril la mirada. Pues bien, la calentura tuvo que ser de cojones para embarcarnos en la que iba a ser  la mayor aventura de nuestras vidas.

    Hoy que publico este blog 27 de julio de 2.015, hace exactamente 20 años del mayor viaje que he realizado jamás.

   Rallye Paris-Dakar, esa era nuestra pretensión. Si bien no partimos de Paris, lo compensamos en kilómetros adentrándonos mucho más por tierras africanas. 

Saliendo de Agadir

Enero de 1995, por una de las carambolas del azar, nos hicimos con un Land Rover de 17 años de antigüedad, en un estado más que lamentable.La definición de  desvencijado sería el fiel reflejo de su anatomía.Durante 6 meses, lo reparamos y maqueamos hasta dejarlo irreconocible.


Carretera general en Senegal
     Revisamos la mecánica, le hicimos un mueble de madera, una cama plegable abatible,  una batería suplementaria,  nevera ( que no llegó a funcionar ni un solo día) , insonorizamos el motor, o  por lo menos lo  intentamos,  sustituimos  el volante y los asientos delanteros por unos  deportivos, los  traseros los eliminamos directamente, faros  en la parte frontal  de la baca  simulando el  Camel Trophy,  Winch , planchas de metal, y un sinfín de gadget inútiles.  

     Pintamos nosotros mismo el coche y el padre de mi amigo el garaje de su chalet,  ya que,  se lo dejamos del mismo color que el coche. Durante 6 meses destinamos todos nuestros  recursos y tiempo a nuestra empresa.

     Para concluir, lo vestimos  con unas  cortinas de vivos estampados étnicos.

     Colocamos tres pegatinas todas con la silueta África, una en el capó y dos en ambas  puertas con los colores rastafaris.

     Llamamos la expedición “ RETURN TO AFRICA “.

     Y llegó el gran día, 27 de julio.

  Iniciamos la mayor aventura de nuestras vidas, con más ilusión que conocimiento, más  temeridad  que consciencia,más voluntad que recursos.

    Ese día que tengo grabado en mi memoria, dejamos atrás Málaga. Y a nuestras familias con un nudo en el estómago.

    Primera parada, Agadir. Camping a la entrada de la ciudad, era tal el follón que teníamos  que para sacar un tetra bric de leche, tuvimos que desmontar medio coche.

   Y primera avería importante, problema eléctrico.

  Nuestro itinerario por Marruecos discurría en paralelo al mar. Tampoco es que hubiera muchas más alternativas. Carreteras de mucho tráfico en las inmediaciones de las ciudades,  desiertas el resto del tiempo.



Acantilados en la región de Tarfaya

  En la provincia de Tarfaya, antigua Cabo Juby en la época colonial española,  avería más seria, nuestros frenos….. ¡ no frenaban ! , unido eso a la gran holgura de la dirección, convertían a nuestro flamante Land Rover color Camel Trophy en una ruleta rusa.

  Cambiamos los latigillos de frenos y todo lo que se le ocurrió al mecánico de turno.

    Y aquello seguía sin  frenar, pero ese nimio contratiempo no iba a poder con nuestra moral.  Así que proseguimos.

   Poco a poco, seguimos avanzando. Lo de poco a poco, era literal, ya que nuestro rocinante, alcanzaba la friolera  velocidad punta de  80 Km/ h.

   Así transcurrieron los primeros días, las primeras semanas conduciendo de sol a sol sin descanso pero con la mayor ilusión del mundo.

    Llegamos a las puertas del desierto. Región de El Aaiún,  antigua  capital del protectorado español hasta 1975,   y cuyo significado en árabe significa ciudad de las fuentes o manantiales.

   Nos precedía un camión cisterna cargado de combustible, mi amigo JSH al volante. Los frenos, se quedaron sin presión, por más que pisaba éstos no respondían y el camión se nos hacía cada vez más grande,  más grande, hasta que llegamos a leer la letra pequeña de las pegatinas.

  En un acto reflejo dimos  un volantazo y nos encaramamos en una duna de arena, nos hincamos  hasta los tornillos. Los físicos llaman a esto la fuerza de la  inercia, nosotros los putos frenos.

   Y como habíamos colocado todo el material de forma óptima, sólo tuvimos que desmontar la otra mitad del coche para sacar las planchas de metal y desenterramos.

  Resultó que en vez de colocarla en un lugar accesible, la habíamos colocado debajo de todo el material e incluso debajo de las ruedas de repuesto.  Al cabo de media hora, aquello parecía un mercado ambulante, sólo con nuestros enseres esparcidos entre la arena.



Carretera del sur de Marruecos
     Una chiquillada revoloteaba alrededor del coche y de todas nuestras cosas.  Más ilusión que organización.  


Finales de julio. Sol de justicia. Nos empleamos a fondo durante más de tres horas. Y nada. Imposible sacarlo por nuestros medios. Entonces apareció el buen samaritano de todos los viajes, nos remolcó con unas eslingas  que llevábamos  y nuestras ruedas pisaron de nuevo el asfalto.

     Al arrancar de nuevo JSH al volante,  él se percato de algo raro y por el retrovisor vio a  lo lejos a unos de los chiquillos   desenterrar algo. Picaresca  allá donde fueres.

     Hicimos un breve recuento y nos dimos cuenta de que faltaba el zoom de una Canon que nos habían dejado con la promesa de cuidarla. La primera en la frente.

    Vaya putada, pensé. Creo que de ahí me viene mi afición por la fotografía. En la dificultad encuentro mi razón de ser.

     En pleno desierto, en la  lejanía  se divisaban unas cuantas “jaimas” o  lo que parecía ser un pequeño asentamiento  de unos nómadas. Sin pensarlo, dije..... ¡ espérame aquí !

     Camine unos 3 km , llegué a  las 5 o 6 tiendas que componían todo el poblamiento. Se me acercó una mujer de mediana edad. Creo que el susto se lo llevo ella, hablé con ella en  árabe, y le expliqué lo que había sucedido, el caso, es que me invitó a entrar en su humilde pero digna vivienda.

     Al niño le debieron de dar la del pulpo. Y a mí, nuestro Zoom.

    Regresé. JSH se echaba las manos a la cabeza. Yo me sentía como si hubiera  escalado el Evesrest. Henchido de alegría.  

     LLegamos a Dakhla,   cuyo significado en árabe es  “el interior” aunque se encuentra en la península de Rio de Oro, antigua Villa Cisnero. Ahora empezaba lo desconocido, las tierras ignotas  para nosotros. Era el último punto antes de entrar de lleno en el Sahara.

    Dakhla,  era en aquella época,  una especie de retén. A partir de ahora,   estábamos a expensas de los militares, ellos debían escoltarnos por territorio hostil, más aún cuando la frontera entre   Marruecos y Mauritania estaba  oficialmente cerrada.



Convoy en Dakhala, puesto desde dónde nos escoltaban los militares 

  El convoy militar sólo salía dos veces por semana los martes y los viernes, así que, esos días intermedios lo dedicamos a reponer fuerza y conocer a la gente que se iba agrupando a la espera de ser escoltados por los militares. 

    Allí conocimos al menudo pero gran “ Guy “, un belga en un mercedes Unimog verde. Éste  se había tomado un año sabático e iba a Tanzania. También encontramos a un grupo de médicos franceses y enfermeras de muy buen ver, que iban en cuatros Renault 4L pintados de color celeste. Pretendían ir a Mauritania a  donar medicamentos a los  pueblos polvorientos del interior. País con un 90%  de su superficie de desierto.

Mismo convoy, mismo dia

    También, iban  dos alemanes en un mercedes antiquísimo en el asiento trasero habían colocado un bidón enorme con  un doble fondo  repleto de botellas de whisky.



     Dos motoristas  franceses y novatos, pero con mucha voluntad, emulando a la famosa carrera de motos. 

   Otro francés con toda la familia y  perro, habían comprado una partida de camiones de la OTAN y llevaban el primero al Chad.  

      Y el inigualable e inefable Stefano, un italiano  con un carisma y un corazón enorme, pocas veces he encontrado en mi vida a una persona como ese tío.

         Sólo por conocer a toda esta gente, mereció la pena el viaje.


Rescatando al coche de los alemanes
  
      Durante 3 días hicimos el viaje  desierto a través, toda ésta  trupe  y  algunos más. Íbamos todos a una. Cada vez que se  atascaba un coche, moto o camión sin decir nada, por una de las leyes del desierto, salíamos todos los demás de los vehículos   a desenterrar y rescatar al de turno.  

     Solidaridad en estado puro. 

     Conducíamos desde el amanecer hasta el atardecer la temperatura dentro del vehículo era  de  45 grados (Titulo de nuestro blog). El calor, nunca hizo mella en nuestro ánimo.

     A la puesta de sol, colocábamos los vehículos en  una especie de círculo perfecto. A nuestro alrededor 360 grados de nada. Sólo  arena. 

El espectáculo más grandioso que han vistos mis ojos.

Parte de los que formamos el convoy

     

En medio una fogata. Unos ponía los tomates, otro el atún, otro  la pimienta, otros arrimaban el pan, el alcohol como todas las noches corría a cargo de los alemanes. Entre todos hacíamos todo.





      Esas cenas hasta el día de hoy, han alimentado mi alma. 


 
Una  pequeña  parada del convoy
Traspasamos  la tierra de nadie, apareció de entre la nada, una patrulla de la guardia  mauritana, nos retiraron toda la documentación de los vehículos y nos ”invitaron “ a recogerla  en  Nouadibou, primera ciudad que nos encontramos en Mauritania.

    Lo que parecía  que iba a ser un paseo se convirtió en la situación más peligrosa del viaje. La carretera por llamarla de alguna manera, era una simple franja de escasos 3 metros de ancho de alquitrán que aparecía y desaparecía, otras desaparecía y no aparecía más  invadida por las arenas del desierto.

   La señalización, o mejor dicho,  lo que hubo algún día si es que  hubo algo, eran unas balizas a modo de piedras. La carretera se intuía más que otra cosa.

   
 El convoy se alargaba, nos deteníamos, nos reagrupábamos y proseguíamos.


    
Momento que se rompe el convoy


   En un tramo, las balizas, estaban dispuestas como si un trilero  hubiera  jugado con ellas. Yo encabezaba el convoy. Erré el sendero correcto, los demás me seguían, nos detuvimos, esperamos una, dos, tres horas y no llegaba  nadie. Comprendimos que el convoy se había roto. 

   Tardamos más de lo previsto y llegamos a la lengua de tierra  que forma la ciudad de Nouadibou.

  Nada más vernos Stefano nos dio un abrazo, un gendarme les dijo al resto del convoy que llegó antes que nosotros, que habíamos cogido la ruta de los traficantes y que toda esa franja de desierto…. ¡¡¡ estaba minada !!! ……estaban aguardando oír  una explosión para ir a buscarnos.

   Al salir de la ciudad, los gendarmes nos exigieron una pequeña cantidad de dinero, ya que alegaban, que habíamos entrado en el país de forma ilegal.

 Apuntaron la matrícula de los coches y nuestros pasaportes en un folio en blanco. 

 Pagamos, y el jefe, se volvió a acostar en su camastro.



El tren más largo del mundo 
 A lo lejos acercándose a nosotros  una nube de arena.  Era el tren más largo del mundo,  cargado con sus 20.000 toneladas de hierro, cerca de 200 vagones y más de 3 km de largo. Origen desde las minas de Zouerat en el noroeste del país a la ciudad costera de Nouadibouh.
               
       Camino de la capital.   Lo mejor de la carretera entre  Nouadibouh  y  Nouakchot, era  que no había carretera.



Banc D´argan.

 El recorrido discurría  entre las dunas del  desierto por un lado y el océano Atlántico por otro. La carretera era la arena mojada y dura  de la playa en marea baja.

 Conducir por la arena , es la sensación más grande de libertad que he sentido jamás.UN ESPECTACULO.



     Esa zona es conocida como “ le banc D´argan” ,  una región  ornitológica de primer orden, nos contaban que en época de migración al paso de los coches, las aves crean una especie de túnel al levantar el vuelo. La sensación debió ser inolvidable.




Barco encallado, hay centenares en las costa mauritanas 

    En Nouakchot, al segundo día nos dimos cuenta que no había un sólo semáforo que funcionara, era y sigue siendo un país tan pobre que no tienen ni para bombillas.


    En el mercado “cinquiéme  “ fuimos a la zona de las  telas.  Compramos varios metros de las   más chillonas, se la llevamos al sastre y en menos de dos horas, salimos con nuestros resplandecientes pantalones 
de vivos colores tan elegantes como los 
nobles de la étnica Wolof. 



    
Sastre confeccionando nuestros pantalones



    Moneda al aire. Yo cruz,  JSH cara. Las dos   veces salió cara. Ni pinté de blanco el coche,    ni nos dirigimos  a Casamance ( sur de  Senegal)  sino a Malí. Así dirimíamos,     nuestras diferencias. 

    






      En apariencia inerte, vacuo, vacío, yermo, deshabitado.  La vida se presenta como sin querer molestar, sutil, escurridiza, frágil.

    En apariencia  estático,  inmóvil, inalterable. Sin embargo, cada día, cada hora, cada segundo  su fisonomía se altera, se deforma, se descompone.

     De días brillantes, luminosos y abrasadores a noches frías, heladoras, intensas y  como única guía el firmamento.

    Casi siempre silente, imponente, a veces irreal y  de quietud sobrecogedora. De repente furioso, colérico, tempestuoso,  como si quisiera con su  aullido casi animal mostrarnos un lamento, un sufrimiento, una queja.

     Diáfano, abierto, libre en apariencia, sin querer te cautiva, te atrapa, te embruja, te obliga a volver.

     Así es el desierto.    
      

Desierto de Mauritania


     A la frontera de Senegal, llegamos a las 18.30 H, el agente de aduana con cara circunspecta nos comunica que la frontera cierra a las 18.00 h. Hasta el día de hoy, no he visto cosa igual en mi vida y he recorrido ya varias decenas de países. Frontera con horario de oficina. Stefano, vuelve al coche y saca unas cuantas camisetas y otras “ ofrendas “ para estos menesteres. 

    La oficina se volvió a abrir.

     Ya en Senegal, la inercia nos llevó a Saint Louis, primera ciudad fundada por los europeos,  y capital  de África Occidental hasta 1902. Los oriundos de esta ciudad, esgrimen con   orgullo y algo de altivez ser hijos de una ciudad mítica y de relevancia histórica.

    La entrada en esa ciudad, fue bastante accidentada, Stefano que ya había estado por esos andurriales,  había quedado con un personaje salido del film  los piratas del Caribe.

 Se presentó con un “ jeep  Willis “ típico de las pelis de guerra protagonizada por Jhon Wayne. Un tipo alto, fornido y del color de su tribu. Para más inri, la noche era cerrada.

   Le seguimos.

   Nos llevó por tierras pantanosas,  el agua entrando por todos lados, el motor revolucionado para  no ahogarlo. A pesar de ir en 4x4, nuestros vehículos no avanzaban, todo oscuro sin ninguna luz como guía. A la mañana siguiente se nos desveló el misterio.

 Resulta que la ciudad vieja de Saint Louis,  se encuentra en una lengua de arena denominada   “Langue de Barbarie “es una franja  de apenas 2 Km de largo y sólo 400 metros de ancho. A un lado  el rio Senegal  y al otro el  océano Atlántico.

Senegal lo recorrimos a lo largo y a lo ancho. Al sur nos topamos con Gambia, país que visitaríamos años más tarde. Nuestro destino y la moneda al aire nos llevó  al Este.

 En Senegal abandonamos las tierras arenosas del desierto y nos adentramos en la sabana, acacias en abundancia. Aparecieron los primeros Baobabs. También campos con profusión de mangos, de ésta fruta saciamos nuestra sed  al principio, luego nos saturamos.   



En medio de una plantación, cerca  árboles de mango
 Y como  siempre, la  ilusión prevalecía a la  previsión, no caímos en la cuenta de  que el mes de agosto es  época de  lluvia en esa parte de África. Y cuando allí llueve, llueve de verdad.


    La carretera general camino de Malí, bueno el término carretera es muy generoso, es una pista con boquetes como el cráter del ngorongoro, boquetes que no se conoce su profundidad, a las pocos días de lluvia éstas se convierten  impracticable y la noción del tiempo entonces pierde su significado.


Carretera general de Senegal, dirección Malí

 Nuestro valiente Land Rover, tenía más agua dentro del habitáculo que fuera, las puertas como era de esperar no encajaban del todo, así que, cada bache que pillábamos entraba un poco más de agua.  A los pocos días, el limpiaparabrisas, también dijo que él no estaba para esos trotes y se partió. 


        A esto los frenos, seguían en su tónica. Y para rematar la faena la  correa del alternador  se partió. No pasa nada, nos dijimos, tenemos repuestos. Teníamos todas las medidas, menos la que se partió. JSH  con  un “ pulpo “  y  un  alambre hizo una correa a medida, el viaje en su totalidad era improvisación.

    Salimos del apuro, como siempre.

    Seguimos nuestro camino. Frontera de Malí, estos países se deben de llevar muy bien. El concepto en la  UE de eliminación de fronteras, para mí, que se inspiraron en   Senegal y Mali. El caso es que  llegamos  a un pueblecito y nos dijeron que era ya Malí, tuvimos que buscar nosotros mismo el puesto de control de fronteras , estaba camuflado en una especie de vivienda con su preceptivo techo de hojalata , paredes desconchadas y mugrientas. Nos presentamos y charlamos animosamente con esta agradable gente. Sellamos los pasaportes.

     El coche no daba más de sí. A grandes males, grandes remedios.




Pleno desierto 
   Nos detuvimos en la ciudad fronteriza de Kaye, apostado en una especie de avenida con grandes árboles, como hay en todas las zonas rurales de los pueblos de África, divisamos lo que parecía ser  un taller de mecánica, eran cuatro llaves inglesas, algún radiador inservible, y rastro de manchas de aceite en el suelo polvoriento. Nos cambió el pulpo-correa, y lo mejor de todo,nos buscó un comprador para nuestro valiente Land Rover anaranjado.

    La negociación se llevó a cabo en un viejo hangar de neumáticos de todos los tamaños.

  Sentados nosotros a un lado de un viejo escritorio, en el lado opuesto el comprador, a su derecha y parte interior del hangar el intermediario y testigo, la parte   izquierda libre. Todo ello a escasos metros de la puerta de entrada. En dicha entrada y colocado de forma transversal a la misma,  un tronco  de un árbol centenario por su apariencia y volumen, éste  lo ocupaba un número  indeterminado de personas de todas las edades que seguían con  inusitado  interés el espectáculo cual  final de la Champion league.

   Cosas de África y de africanos.

 30.000 francos franceses  nosotros,  11.000 francos ellos. 28.000 nosotros, 13.000 ellos. Así unas cuantas horas. La clave de una negociación y de todo en general en África es la paciencia. Lo que no sabían ellos es que nosotros también somos africanos. Así que quedamos en tabla 20.000 francos franceses, el equivalente  a  3.000 €.



Calle donde vendimos el Land Rover
A lo largo de la negociación, vaso de té va, vaso de té viene, no sé cuántas teteras nos tomamos.

Se redactó un contrato, cuyo encabezamiento rezaba, je Soussigne moi le vendeur……., y rubricado por dos testigos, pero no todo estaba  hecho.

El comprador nos entregó, efectivamente  los 20.000 FF, pero en CFA la moneda local, aquello abultaba más que la  maleta de Alfredo  Landa, cuando emigró a Alemania.

    Unas cuantas horas más a base de té mientras el tipo convertía los CFAS en FF.    
   
    Salimos como motos debido  a la  teína.

   Le entregamos el coche y mil cosas más que el comprador  no  esperaba, repuestos, colchón, nevera, bidones, etc. Nosotros cargamos con  el resto, otra  montaña de cosas, es increíble lo que entra en un coche a presión.

   Nos dirigimos a la estación de tren en la ciudad de Kaye. Nos precedía el nuevo y legítimo dueño  del  Land Rover. Descargamos los bártulos, otra chiquillada revoloteaba a nuestro alrededor, más de uno se llevó algún que otro regalo.  La situación era peligrosa, todo el pueblo estaba al corriente de la transacción y de que disponíamos de efectivo contante y sonante.

   La jugada nos salió redonda, en menos de una  hora,  partía un tren dirección a la capital   Bamako. Nada  habíamos planeado ni premeditado, ni tampoco  teníamos  plan B.  Otra ley en África es," atrinca " la pasta y sal por patas.

Kaye-Bamako 12 horas de trayecto  en tren, gente durmiendo en los pasillos, parada en todos los pueblecitos, muchas de estas localidades sobreviven gracias a la venta de productos desde los apeaderos y   a través de las ventanillas del tren.



 
Hotel  de l´amitie, a la entrada de Bamako
    Llegamos a Bamako, con los  bolsillos   llenos        de      
“plata”  fuimos al mejor hotel de la ciudad Hotel de L´amitie. Nuestros huesos nos lo agradecieron, llevamos cerca de 20 días durmiendo en el interior del Land Rover.


 Algunos días en Bamako, ciudad bulliciosa como la mayoría de África, comimos en un restaurante regentado por unos libaneses, en él se congregaba los pocos blancos residentes y algún que otro turista desnortado. Siempre me han encantado estos lugares, son parte de la historia de una época maravillosa para unos y no tanto para otros. Hablo evidentemente, de la época colonial.


 Alquilamos un Peugeot 505 azul, con dirección asistida y........ ¡¡frenos que frenaban!!, nos sentimos los reyes del asfalto. El destino nos llevó a las aguas desbordadas del río Bani, afluente del rio Niger, en esta época del año las lluvias convierten a la pequeña población de Djenne en casi un islote.

 Una barcaza de ancha panza, iba tragándose sin descanso animales de todo pelaje, carros, carretas, motos, y mercaderes de todas las etnias Bambara, Songhais, Peul, Tuareg, Fulami,  y algún que otro turista . Esa barcaza  decrepita con resto de varias  capas de pintura en su armazón y de motor indolente, nos remolcó  hasta la otra orilla a paso lento pero seguro.

Mercado de D´jenne.
    Era lunes, día de mercado en Djenne. Al abrigo de su majestuosa  mezquita, obra cumbre de la arquitectura sudanesa-saheliana, se extiende uno de los mercados más singulares y colorido de todo el África Subsahariana.


En él se concentran mercaderes venidos con sus pinazas de todas las aldeas de la región, allí todo se vende y todo se compra, animales vivos, verduras, pescado seco, ahumado, telas, joyas labradas a mano, objetos de artesanía, oro, plata, reliquias familiares, pero también se forjan otros tratos menos tangibles, como casamientos y alianzas familiares.

   Con nuestro Peugeot 505, con aire acondicionado, dirección asistida y suspensión blanda hubiésemos podido haber ido a Ciudad del Cabo y volver a Alejandría casi sin bajarnos, pero nuestro destino y la " chora " de JSH con la monedita, nos llevó al País Dogón.

   Retrocedimos varios siglos de repente, el País Dogón, se encuentra al Sureste de Malí, su territorio lo forma una falla de unos 150 Km de longitud y  un desnivel de casi 300 metros, allí el tiempo se detuvo hace muchos siglos.

    Este lugar, es sin duda uno de los pueblos más misterioso de todo África, su aislamiento durante siglos los ha convertido en una reliquia antropológica.




Pueblo Dogón
 Son de concepción animista, y su filosofía se orienta en la armonía.  Veneran al anciano, a la mujer y tienen un saludo que aburre al más pintado, cada vez que se encuentran dos dogones, se pregunta por la familia, por todos y cada uno de sus componentes, por  la cosecha, el tiempo, y así varios minutos, la respuesta es indefectiblemente la misma, SEWA, que significa que todo está bien, ahora el dogón que ha entrado en contacto con el primero repite todo el ritual, preguntando por la familia, el tiempo, la cosecha,….y otra vez la respuesta es SEWA. JSH y yo sufrimos en nuestras carnes esa retahíla, por eso las poblaciones vecinas llaman con frecuencia a los dogones el pueblo SEWA.
   


Cascada en la falla de Bandiagara

En cuanto al idiomas nos contaban que existen muchos dialectos del mismo idioma, no llegándose a entender unas poblaciones con otras, dos de los más antiguos son el dyamsay y el tombo, siendo éste último utilizado generalmente para las oraciones tradicionales y cánticos rituales 




También existe una lengua secreta para los rituales, es el sigui, que es enseñada por los dignatarios (olubaru) de la sociedad  de las máscaras durante la ceremonia de la entronización. Las mujeres no tienen derecho a aprender el Sigui So.







Mujer aventando el trigo, Djenne




           Otra curiosidad de este pueblo es la llamada casa de la menstruación, es una edificación de menor calidad destinada a las mujeres con el periodo, éstas se autoexcluyen durante 5 días  al considerarse  impuras.

 Este lugar, se piensa que posee algún tipo de simbología reproductiva, ya  que, éstas cabañas son fácilmente identificable por los hombres que trabajan en el campo y en ellas sólo puede haber mujeres no embarazadas. A buen entendedor.
  


  Nuestro guía, un hombre de mediana edad  y andar   pausado, nos  adentró por las callejuelas de tierra,  sewa, sewa, sewa, con cada vecino que nos cruzábamos,    menos  mal que nuestra “ relación contractual” no recogía el pago  por horas. 


Nuestro guía






    Descendimos la falla, el sol caía a plomo,  nuestras provisiones de agua era una simple cantimplora   de unos 500 cc del liquido elemento,  al doblar la segunda choza no  nos quedaba ni una gota de agua. Más ilusión que  logística.  





         Al cabo de tres  horas estábamos a punto de deshidratarnos. El guía a su ritmo. Nosotros que habíamos empezado eufóricos no podíamos ni  con nuestra alma, al cabo de un rato divisamos una cascada, y allá que nos zambullimos. Nos miramos y sin pensarlo bebimos de ese agua, evidentemente no llevábamos las pastillas potabilizadoras, las habíamos vendido con el coche. Nuestro ángel de la guarda trabajaba a destajo. Más ilusión que cabeza.







Anciano en la falla de Bandiagara, Pais Dogón

    
  Rellenamos nuestra mierda de cantimplora con agua de la cascada y emprendimos la ascensión. Al volver nos  adentrarnos en unos de los poblados que atravesamos, una buena mujer   salió a nuestro encuentro, en un cuenco hecho de calabaza había preparado un brebaje hecho de cebada, era cerveza local. Aquello debía de estar como mínimo a 55 grados, era evidente que no podíamos hacerle el feo a aquella buena mujer, así que, nos encomendamos otra vez al de arriba y nos bebimos aquel mejunje alcohólico, espeso y caliente.


     De sabor infecto. Pero con el cariño y afecto que nos lo ofreció esta  humilde mujer  lo recuerdo como si nos los hubiera preparado un chef con tres  estrellas Michelin. 

Hay situaciones, que se quedan grabadas en la memoria  de forma indeleble para siempre.


    Cuando realizamos ese viaje,  ya era consciente de que era único, irrepetible, enorme, hoy 20 años después de aquella hazaña, me reafirmo de que es lo más grande que he hecho en mi vida.



Moliendo el mijo
  Nuestro Peugeot 505, era una máquina. En un alarde de euforía, locura, enajenación mental transitoria o permanente ya no lo sé. JSH hacía las funciones  de copiloto y como buen copiloto iba dormido, así que, pisé el acelerador hasta que casi  saco la aguja del cuentakilómetros  por la alfombrilla, el coche hacía aquaplanig ,  pero  sin  “aqua”, por las pista de tierra.

  Los boquetes eran como  ollas express, la nube de polvo que levantaba aquello era para que nos hubiesen fusilado en la plaza del pueblo en un juicio sumarísimo. Gracias a Dios que no se nos cruzó ninguna criatura ni ninguna bestia, mejor dicho, menos mal que la bestia no pillo a nadie.

Nuestro ángel de la guarda debía de estar hasta los cojones de nosotros.

   
La elegancia de la mujer africana
 La llegada a Bamako fue de película de terror, llegamos cuando en el cielo se funden las últimas  luces  con la oscuridad, la humedad se iba notando por momento, al poco tiempo empezó a llover, el cielo de repente se puso negro, comenzó a tronar, cientos de rayos iluminaban nuestro escenario, a nuestro coche le habíamos perforado el tubo de escape con una piedra, por lo que, el ruido a símil de amplificador potenciaba la escena. La escenificación de aquel momento bien hubiese valido para una peli de terror  serie B.

   El coche se lo devolvimos hecho un cristo, tuvimos que negociar la reparación del tubo de escape, lo llevamos a un taller para que allí in situ,  “ sin cita “, nos lo soldara, pagamos la factura y nos fuimos por patas, por si salía alguna avería más.



Nuestro periplo llegaba a su fin, estábamos en Bamako, sin billete de vuelta, debíamos volver cada uno a nuestros despachos de economista  a principios de septiembre, así que, nos pusimos a buscar vuelo,  habían varias alternativas, Aeroflot  hacía escala en Argelía, en esa época el Fis estaba hecho un cafre y había  muertos todos los días, lo descartamos, en Air France  no quedaban plazas , el último cartucho era  Air Maroc, el avión estaba completo, pero como las oficinas en aquella época estaban en el mismo hotel, nos trajinamos a un empleado. Quitó de la reserva a un par de infelices y nos coló a nosotros. Le hicimos un regalito al buen hombre. Ley de supervivencia.

    Nuestro vuelo, hacía escala en Casablanca, no había problema mis padres aún conservaban la casa,  destino final  Madrid. Al llegar a la ciudad marroquí todo correcto, recuperamos nuestro equipaje y descasamos un día. Visitamos  a nuestros amigos que aún vivían allí.



    Lo bueno vendría al partir. Facturamos el equipaje, llevábamos así como 30 Kg de exceso, pagamos el suplemento y nos dirigimos al control de pasaporte, a mí, me lo sellan sin ningún problema pero  a JSH le preguntan por el coche, le dice en un primer momento la verdad que lo hemos vendido en Malí, el de la aduana, verifica en su ordenador y le aparecía que aún estaba en territorio marroquí, él insiste y el de aduana que no, que el coche no ha salido de Marruecos, en esto que JSH, se agobia y le dice que sí que está en Casablanca, el de la aduana, se rebota y le dice que se si se está riendo de él y por tanto  que no pasa el control de pasaportes .  A mí me obligan a pasar el control, pues había sellado el pasaporte, tenía que irme. Evidentemente  JSH perdió el vuelo.

    Lo hablamos un minuto, y convenimos que yo me fuese, le doy las llaves de mi casa, y le digo que llame al consulado  que le echarán  una mano, el 90% del personal de Casablanca en aquella época y aún hoy son amigos de infancia.

 
Con un niño en el País Dogón 
  Yo aterrizo en Madrid, en aquella época mi novia vivía en la capital de España, así que mi angustia fue menor. En dos días no doy con él, no responde al teléfono de mi casa, y no tengo valor de llamar a casa de sus padres para decirles que a tu hijo lo han detenido en Marruecos. La intranquilidad y la angustia se acrecentaban por minutos.

   Al llegar a Málaga dos días más tarde,  en un alarde de valor, llamo a casa de sus padres y me descuelga él.


   Me comentó que en su desesperación, fue a hablar con el director del aeropuerto, la escena cuando menos era jocosa, hilarante, cómica.


    Se presentó en el despacho  de unos 60 metros cuadrados, lo recibió el director un señor alto, elegantemente vestido con un traje gris,   la bandera roja con estrella verde  presidia la estancia, decoración sobria pero  elegante con distinción, apostura.

 JSH, vestía  el uniforme de gala, pantalones de colores bombachos tres tallas más grande, camiseta sin mangas, y chaleco de los de reporteros fotográficos con muchos bolsillos, en uno de ellos en la parte superior llevaba un cuchillo de cocina de pelar patatas que sólo sobresalía el mango, el calzado iba en sintonía,  chanclas de goma playeras.


 La  escena  debió  de ser antológica.

   Le relató los hechos, el caso es que como habíamos  salido del país por una frontera poco usual, en aquella época no estaban informatizados, por lo que,  no registraron  la salida en el ordenador, entre otras cosas porque no había tal ordenador. Hicieron una anotación manuscrita.

  Todo quedó en una anécdota, le restituyeron el vuelo y llegó antes a Málaga que yo.

  Después de este viaje vendrían muchos más, Cuba, Gambía, Túnez, Argentina, Turquía, Mozambique, y por lo menos, 20 viajes más a nuestro amado Marruecos. Todos magníficos y muy divertidos, pero ninguno como éste, por la ilusión, la aventura, las ganas, el riesgo, lo desconocido, y el esfuerzo titánico económicamente  hablando que tuvimos que hacer.

   Este relato va en honor de JSH, por las muchas horas de carretera,  horas de aeropuerto, de charlas, por los ataques de risas que nos hemos dado, por las horas muertas en lugares miserables , por la paciencia demostrada   mientras yo buscaba la mejor luz para hacer mis fotos  y por los muchos riesgos que hemos corrido.

  Hoy, 27 de julio de 2.015 que publico este relato hace exactamente 20 años que emprendimos el viaje de nuestras vidas.

 ¿ Sabéis cual es el titulo de la famosas canción de Carlos Gardel?   

  
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J S H 


El acrónimo de JSH, responde a

 Jorge Soler Heredia.



Mi amigo, mi hermano.